jueves, 15 de octubre de 2015

1 de cada 5 adultos tiene algún trastorno mental

De locos, peligrosos y hasta flojos han señalado a aquellos pocos que hasta ahora se han atrevido a decir que padecen alguna enfermedad mental. De esa población, las más valientes han sido las mujeres, quienes, más abiertas o tal vez más comunicativas, se atreven a consultar con menos temor a los médicos o a hablar de su enfermedad con familiares y amigos.
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Pese a que hoy los problemas de depresión y muerte provocada, por ejemplo, son temas de los que se puede hablar de manera más natural, otras alteraciones mentales más complejas siguen cargando con el estigma y, por supuesto, los pacientes que las padecen y por ahí derecho sus familias.

Incluso de raros han sido calificados muchos y nada más lejano que eso a la realidad, pues explica Antonio Carlos Toro Obando, psiquiatra y docente del departamento de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, que estas condiciones son muy comunes, ocurren en muchas personas y se estima que la frecuencia irá en aumento.
“Cuando uno habla de concepto de salud es bienestar mental, físico y emocional, pero la parte mental nunca la tenemos en cuenta. Estas son enfermedades que no son causadas por falta de voluntad de la persona, requieren una adecuada prevencion y atención. Todavía hay muchas personas que creen que esto no es un problema, que es falta de voluntad, de verraquera. Muchas personas tienen temor a consultar, a contar en el trabajo, a los amigos, a la familia porque hay rechazo, desconocimiento y estigma”.
Al respecto, Miguel Ángel Sabogal, presidente de la Asociación Colombiana para la Salud Mental, tiene una mirada más positiva y señala que el estigma de ir a la consulta con psiquiatra ha disminuido, “sobre todo, en las ciudades grandes. En las pequeñas el estigma todavía es importante. Personas con buen nivel adquisitivo están consultando a tiempo, incluso quienes tienen prepagada consultan cuando los síntomas están iniciando y eso es lo que deberíamos buscar en las EPS”.
¿Cómo levantar el estigma?
Sin duda, la respuesta es educar. En la presentación del manual sobre depresión y la muerte provocada, elaborado por el Hospital Universitario San Vicente Fundación, Julio Ernesto Toro Restrepo, director general de la institución, señala que “en los contextos familiares, escolares y laborales se deben propiciar condiciones de respetuoso acompañamiento y solidaridad productiva con un pariente, alumno, colega, compañero laboral que sufre de depresión y puede haber dado alertas respecto a su voluntad de vivir. Es preciso renovar visiones y miradas de la enfermedad que permitan acudir a la ayuda clínica especializada y a apoyar en la dirección correcta un tratamiento que es de curso lento y largo”.
Además de educar, de leer, de conocer sobre las diferentes alteraciones de la salud mental, la Organización Mundial de la Salud, OMS, da las siguientes recomendaciones no solo para el paciente y su familia sino para los servicios de salud:
-Ofrecer en el sistema de atención de salud mejor apoyo y cuidados a las personas con trastornos mentales de las siguientes formas a través de servicios comunitarios que partan de un enfoque de recuperación que inspire esperanza y apoye a las personas a conseguir sus objetivos y aspiraciones.
-Respetar la autonomía de las personas, en particular su derecho a tomar sus propias decisiones sobre el tratamiento y la atención que reciben.
-Garantizar el acceso a atención de buena calidad que promueva los derechos humanos, sea receptiva a las necesidades de las personas y respete sus valores, decisiones y preferencias.
Por su parte, la OMS hace un llamado a la comunidad para tomar las siguientes medidas respecto a este tipo de pacientes:
-Apoyar a las personas con trastornos mentales para que participen en la vida de la comunidad y reconocer el valor de su contribución.
-Respetar su autonomía para tomar decisiones por sí mismas, en particular sobre la manera en que decidan vivir y sus asuntos personales y financieros.
-Garantizar su acceso a empleo, educación, vivienda, apoyo social y otras oportunidades e incluir a las personas en la adopción de decisiones sobre cuestiones que les afectan, como reformas normativas, legislativas y de servicios en relación con la salud mental.
El acceso es complejo
Si bien en los trastornos mentales influyen el entorno, la genética y las experiencias vividas, el sistema de salud es para los especialistas en psiquiatría una piedra en el zapato.
Para Sabogal la relación médico-paciente es vista actualmente, como un asunto comercial “porque entre más gente atiendas mejor, y tal vez el gremio médico también ha permitido eso. En salud mental el tiempo mínimo para atender y evaluar a una persona es de 30 minutos”.
Más grave resulta todavía que el acceso al especialista no pueda darse en el primer nivel de atención. Las pocas personas que consultan deben ser vistas inicialmente por médico general y ahí, vuelve y juega el sistema, pues a cada médico las EPS les restringe la remisión de los pacientes al especialista: solo el 8 % del total de pacientes que atiende en el mes pueden ser redireccionados.
“Allí muchos pacientes se quedan sin diagnóstico, al menos 20 % reciben el tratamiento adecuado y el 80 % restante no están recibiendo el enfoque adecuado. Faltan profesionales y también el sistema le ha quitado la capacidad resolutiva al médico general, no porque no sepa sino porque no le permite resolver patologías por cuestiones de demanda, de restricciones: no puede mandar ciertos exámenes, medicamentos o procedimientos, entonces el médico general tiene que empezar a remitir y no hay especialistas para tantas personas”, explica Toro.
A las dificultades del sistema se suma otra más: la academia. Aunque todavía hay estudiantes que se inclinan por la psiquiatría, los cupos que ofrecen las universidades no son suficientes y le siguen ganando en interés las áreas quirúrgicas.
Soporte en la psicología
Si bien estos profesionales son aliados de los psiquiatras para la prevención y el tratamiento de las alteraciones mentales, el sistema de salud no juega ni a favor de ellos ni de los pacientes. Para los psicólogos la restricción también es constante.
Advierten los expertos que para resultados óptimos, la psicoterapia debe ser por un periodo de tres o cuatro meses y ahí es donde comienzan las dificultades para hacer tratamiento y seguimiento, pues las citas tardan mucho tiempo en agendarse, por lo tanto, la adherencia al tratamiento resulta complicada. En ese sentido, la solución es buscar especialistas de manera particular y no todos los pacientes están en capacidad de pagar una consulta.
“Para algunos trastornos mentales el tratamiento ideal sería con psiquiatría y psicología. Dependiendo de cada caso, se determina si mejora más con psicoterapia, con medicamentos o con una combinación de ambos”, explica Toro.
Aquí la pregunta es ¿cuándo acudir a uno o a otro? Según los expertos, la visita al psiquiatra se sugiere cuando hay síntomas muy fuertes que alteran las capacidades normales de las personas: laborales, familiares, productivas, hay pensamientos de muerte, hay señales de agresividad tanto personal como hacia los demás. En el caso de los duelos o de síntomas que no son tan intensos y en los que el paciente no quiere ser medicado, la consulta con el psicólogo es la opción.
“Los psicólogos actúan –continúa Sabogal– en los casos en los que la persona necesita orientación por un aspecto circunstancial: duelo por la muerte de un familiar, estrés por sobrecarga laboral o separación. Los psiquiatras atendemos una enfermedad con síntomas médicos: depresión, abuso de sustancias psicoactivas, insomnio crónico. En general, somos un equipo, nos apoyamos unos y otros”.

http://www.elcolombiano.com/colombia/salud/adios-al-estigma-de-pacientes-con-alteraciones-mentales-DD2858360

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