lunes, 14 de marzo de 2016

Violencia contra la mujer: un problema de salud









Si existe un sector decisivo en la prevención de la violencia contra la mujer, ese puede ser el de la salud, en tanto es valiosa su contribución a la detección temprana de los malos tratos, proporcionando a las víctimas el tratamiento requerido y derivando a las mujeres a los servicios idóneos para suministrarles la atención e información necesarias. “Los servicios de salud deben ser lugares donde las mujeres se sientan seguras, tratadas con respeto y no estigmatizadas, y donde reciban información y apoyo de calidad. Es preciso que el sector de la salud articule una respuesta integral ante este problema, abor­dando en particular la resistencia de las mujeres maltratadas a buscar ayuda”, advirtió la Or­g­anización Mundial de la Salud (OMS) en los resultados de un Estudio multipaís sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mu­jer, que contó con la cooperación de 24 000 fé­minas, en el año 2005, pero que tie­ne hoy total vigencia.

Datos reconocidos por organismos internacionales refieren que “hasta el 70 % de las mujeres experimenta violencia en el transcurso de su vida”, y como grupo etario, las de entre 15 y 44 años de edad “corren mayor riesgo de ser violadas o maltratadas en caso que de sufrir cáncer, accidentes de vehículos, guerra y malaria”.
Las consecuencias para la salud son incuestionables, en tanto es reconocido que la violencia de pareja y la violencia sexual producen a las víctimas supervivientes y a sus hijos graves problemas físicos, psicológicos, sexuales y reproductivos a corto y a largo plazo, y tienen un elevado costo económico y social.
Por solo ejemplificar, la violencia contra la mujer puede tener consecuencias mortales, co­mo el homicidio o el suicidio. Asimismo, puede producir lesiones, y de ello da cuenta ese 42 % de las mujeres víctimas de violencia de pareja, que según la OMS refieren alguna lesión  como consecuencia de dicha violencia.
A la lista de traumas físicos, desajustes de la personalidad, trastornos depresivos, ansiosos, dolores de cabeza, temores injustificados, deterioro de la autoestima, predisposición al consumo de sustancias (alcohol y drogas), deserción escolar en los niños, gestos o intentos de suicidio, falta de motivación; se suman otras consecuencias como los embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos, e in­fecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección por VIH.
La violencia en la pareja durante el embarazo también aumenta la probabilidad de aborto involuntario, muerte fetal, parto prematuro y bebés con bajo peso al nacer.
Pero la repercusión va mucho más allá y atañe a otros miembros de la familia, pues los niños que crecen en familias en las que hay violencia pueden
sufrir diversos trastornos conductuales y emocionales; que pueden asociarse al padecimiento de actos de violencia en fases posteriores de su vida. La violencia de pa­reja también se ha asociado a mayores tasas de mortalidad y morbilidad en los menores de cinco años (por ejemplo, por enfermedades dia­rreicas y malnutrición).
Ante esta realidad mundial, viene a ser de gran utilidad para el contexto cubano el informe final de la Encuesta de Indicadores Múl­tiples por Conglomerados (MICS), Cuba 2014, que abarcó una muestra total de 9 958 hogares de todo el país; y pone sobre la mesa de reflexión una temática tan necesaria como la violencia de género en el ámbito doméstico.
“A pesar de los logros alcanzados por la sociedad cubana en el adelanto de la mujer, aún se manifiestan formas de violencia de gé­nero asociadas al machismo. Sin embargo, las estadísticas existentes resultan fragmentadas, y la ausencia de estudios sistemáticos de alcance nacional han impedido tener una magnitud de este fenómeno”, reconoce la en­cuesta.
El desarrollo pleno de los niños y niñas, en mucho depende de las condiciones en que vi­ven, muy especialmente del clima afectivo im­perante en el seno del hogar, por ello resultan de interés las actitudes hacia la violencia obtenidas al explorar si los encuestados (mujeres y hombres de 15 a 49) justificaban que los esposos o parejas golpearan a sus esposas o parejas en diversas situaciones como serle infiel, descuidar a los niños, discutir con él, no sentirse atendido, llegar tarde si avisar o no querer tener sexo con él.
“El propósito de esta pregunta era identificar la justificación social de la violencia, en contextos sociales en los que las mujeres tienen un estatus inferior, como acción disciplinaria cuando la mujer no cumple ciertos roles de géneros es­perados”, apunta la investigación.
El 4 % de las mujeres y el 7 % de los hombres opinan que es justificado que el esposo o pareja golpee a la mujer en alguna de las situaciones anteriormente expuestas. Resulta interesante que una de cada 100 mujeres considera justificado que golpeen a la esposa o pareja si se niega a tener sexo con el esposo o pareja, y dos de cada 100, piensa que merece los golpes si el esposo no se siente atendido. Sin embargo, los hombres colocan más que las mujeres, el descuidar a los hijos como razón para golpear (2 % frente al 1 %).
Respecto a la infidelidad, es la más marcada como razón que “justifica” al esposo para golpear a su esposa o pareja, pero sobre todo en los hombres (6 % contra el 2 % en las fé­minas).
La justificación en cualquiera de las situaciones planteadas es más común entre las mujeres que viven en los hogares del oriente del país, en el área rural, y en hombres y féminas que tienen menos nivel educacional. El grupo de edad en­tre 30 y 34 años en las mujeres y de 35 a 39 en los hombres muestra el mayor porcentaje de justificación para cualquiera de las situaciones expuestas.
Asimismo, en una primera aproximación más sistematizada a este fenómeno en Cuba, y con el objetivo de tener alguna medida de cuán distante pudiera estar la justificación social de la violencia contra la mujer y la práctica cotidiana, en el cuestionario cubano de MICS se agregó una pregunta acerca del conocimiento del en­trevistado o la entrevistada sobre alguna mujer que hubiese sido golpeada por el esposo/pareja. El 27 % de las entrevistadas refirió conocer mu­­jeres en esa situación, frente al 36 % de los en­trevistados.
Los resultados de esta encuesta constituyen, cuando menos, una alerta valiosa ante un fe­nómeno las más de las veces invisibilizado; y ante el cual como sociedad mucho falta por hacer.



http://www.granma.cu/todo-salud/2016-03-13/violencia-contra-la-mujer-un-problema-de-salud-13-03-2016-23-03-02

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