martes, 19 de enero de 2016

La soledad es peor que la obesidad


La mayoría es consciente de que fumar, llevar una dieta poco saludable o tener una vida sedentaria pueden ocasionar problemas de salud. A esa lista habrá que añadir un nuevo tema: la soledad. Cada vez hay más evidencia sobre el daño que este estilo de vida puede ocasionar a una persona. Una revisión científica de noviembre pasado, para la cual se analizaron estudios hechos en los últimos 34 años con 3 millones de personas, reveló que el aislamiento social o la sensación de soledad generan una carga en la salud similar a la que producen la obesidad, fumar 15 cigarrillos diarios, sufrir diabetes, no hacer ejercicio o ser alcohólico. 
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Aunque la idea de la soledad siempre ha estado ligada a la de la vejez, la semana pasada investigadores de la Universidad de Carolina del Norte encontraron que los jóvenes también están en riesgo de sufrir por ella. En el trabajo, hecho durante ocho años con 15.000 adolescentes de entre 12 y 18 años, los expertos establecieron que el aislamiento provocó un incremento del 27 por ciento en indicadores como inflamación, una señal inequívoca de estrés. Además, tenían niveles de tensión arterial mucho más alta y sobrepeso. 

El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, confirma que el fenómeno podría alcanzar proporciones de epidemia, lo cual resulta paradójico en un momento en el que las redes sociales han logrado conectar a las personas como nunca antes. La semana pasada, la cadena británica BBC estrenó el documental The Age of Loneliness, en el que personas de todas las edades y razas cuentan su sufrimiento. Una de ellas dice: “No se ve, no huele, no se puede tocar. Solo puedes sentirla cuando la tienes”. 

El objetivo del documental era desmitificar la soledad, una condición tabú en la sociedad que muchos esconden por miedo a ser considerados enfermos, débiles o necesitados de afecto. La cara familiar de este estado es la de una persona que debe adaptarse a la vida luego de la muerte de su pareja. Pero en realidad puede aparecer en cualquier momento, tras situaciones como salir de la casa paterna, tener hijos, haber tenido una ruptura sentimental, problemas laborales o la muerte de un ser querido. 

Si bien el aislamiento social es la medida más visible de la soledad, no siempre quien vive solo sufre por ello. La soledad puede aparecer incluso cuando la persona está rodeada de otras, por lo que muchos expertos la definen más por la calidad que por la cantidad de las relaciones. Según expertos de la Universidad de Chicago, “estar solo es no sentirse cercano o conectado a la gente, aun en su presencia”. Según el psicólogo Diego Castrillón, el nivel de predisposición a la soledad varía pues algunas personas realmente la disfrutan, pero para otros vivirla puede resultar muy costoso. 

Entre ese precio que muchos pagan están el aumento del insomnio, la hipertensión, el declive cognitivo y la depresión. Según Castrillón, la soledad genera alteraciones metabólicas que afectan la salud. “Hemos visto que cuando la persona se siente sola tiene pensamientos automáticos negativos, que son circulares y que cada vez tienen un radio más amplio, y así va colonizando más esferas de la vida, lo que la hace sentir desprotegida, aislada y vacía”. Se cree que de ese modo tienen menos mecanismos de defensa para luchar contra las enfermedades. 

En efecto otro estudio reciente, publicado en la revista Perspectives on Psychological Science, señaló que la soledad puede ser un factor predictivo de mortalidad sobre todo en personas menores de 65 años, sin importar si subjetivamente se sentían solitarias, vivían de hecho solas en su casa o estaban aisladas socialmente. Aún más, el riesgo de mortalidad fue mayor en los jóvenes tal vez porque para ellos la soledad se puede interpretar como una señal de fracaso. 

Aún no se conoce el mecanismo por el cual la soledad es tan perniciosa para la salud. El psiquiatra José Posada sugiere que una persona solitaria hace menos cosas beneficiosas como el ejercicio. “El aislamiento los hace menos activos física y mentalmente”, dice. Otros creen que los solitarios son más vulnerables porque pierden el sentido de cuidarse a sí mismos y no van al médico ni se preocupan por ello. Además, no tienen la posibilidad de que otros velen por su salud. 

Tampoco son muy claras las causas de esta epidemia. Para algunos están en la urbanización, la tecnología y otros cambios de la sociedad moderna. Cada vez más la gente vive en ciudades y en grupos familiares más pequeños, una tendencia de la que no escapa Colombia. Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, del total de hogares investigados el 10 por ciento son unipersonales y el 12 por ciento son familias nucleares incompletas.

La reducción del número de hijos y vivir lejos de la familia extensa deja a muchos sin soporte emocional para lidiar las vicisitudes de la vida diaria. El trabajo, que podría ser otra fuente de ayuda, en ocasiones genera tantas presiones y retos, que hace menos factible establecer redes de apoyo. Este tipo de organización podría hacer que la gente tenga menos mecanismos para conectarse. 

Las personas han tratado de suplir esas falencias con una dependencia de las redes sociales cada vez mayor. Sin embargo, para algunos, como el sociólogo Zygmun Bauman, estas son una trampa porque no exigen verdaderas habilidades sociales, algo que sí se desarrolla en la vida diaria. “No enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, ni ampliar sus horizontes, sino para encerrarse en lo que llamo ‘zonas de confort’, donde solo oyen el eco de su voz y solo ven el reflejo de su propia cara”, dijo Sherry Turkle, autora del libro Connected, but Alone, en entrevista reciente a El País de Madrid. Ella coincide con Bauman en que es mal negocio cambiar las verdaderas relaciones, que proveen intimidad y sensación de pertenencia, por relaciones virtuales sin significado. 

El gran problema de los expertos es cómo atacar el problema. En países industrializados, donde el fenómeno es más notorio, han diseñado estrategias que van desde involucrar a las personas mayores en actividades afines para que den sentido a sus vidas, hasta hacer documentales y comerciales para crear conciencia. Sin embargo, no todas han tenido éxito. Según una investigación del psicólogo John Cacioppo, las terapias encaminadas a cambiar las percepciones negativas de las personas solitarias han tenido el mayor impacto, mientras que ha sido mucho menos exitoso propiciar interacciones sociales. 

Tal vez culpar a la tecnología no es suficiente, como tampoco enseñar estrategias para que la gente se conecte más. La solución podría estar en retomar algunas actividades fundamentales que se han diluido. Dan Buettner, un científico que ha estudiado la longevidad, señala que quienes viven más tienen con otros relaciones diarias de calidad. En la isla de Ikaria, en Grecia, por ejemplo, la gente no se cita para comer con una semana de anticipación, sino que se involucra con sus amigos varias veces al día y de manera espontánea. Las relaciones sociales para ellos no son una obligación sino parte de la naturaleza humana. De lo contrario, muchos se sentirán abocados a vivir lo que sentía el actor Robin Williams, quien en 2009 dijo: “Yo pensaba que lo peor era terminar solo. Pero lo peor en la vida es terminar sus días con gente que me hace sentir solo".


http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/la-soledad-es-mas-grave-que-la-obesidad/456803-3

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